jueves, 14 de octubre de 2010


Que n’és de bonic

       Què veus allà mare?
      No hi ha res fill.
      Sí mare, he vist com es movia alguna cosa.
       —Deuen ser els coloms, que n'hi ha molts, no et moguis tu, rei, que et farà mal.
       —Però, jo vull saber què és allò; vine mare, sembla un home amb bata de nen d’escola.
       —Què dius ara! Els homes no porten bata de nen.
       —També hi ha coloms, mira mare, n’hi ha un de color blanc, que n’és de bonic! Vine mare, mira-ho tu.
       —Una altra vegada amb les teves fantasies noi. Au, deixa’m estar que tinc feina. A la tarda haig de portar aquest munt de  roba a la senyora Eulàlia, fes bondat i deixa’m acabar de planxar.
       —Apa mare, que és veritat, sí que porta bata, i sembla que està pintant! Quan em posi bé l’aniré a veure i li demanaré que m’ensenyi el que fa.
                                                                                                     
Abril 2010 Begoña Valcárcel

lunes, 10 de septiembre de 2007

y ahora un cuento...

                             martes 13 de noviembre 2007


¡Porque lo quiero tía!

Cuando salió de clase eran casi las diez de la noche. Rocío estaba cansada, tenía hambre y frío. Cuando llegó a la estación se acababa de ir el tren y tuvo que esperar más de 10 minutos. No le había ido bien hoy.  El profesor se había cargado literalmente su cuento y lo que era aún peor, no tenía ninguna idea para el próximo. Era martes y trece.
–Es difícil esto de buscar un tema –le había dicho a su profesor–.
–Siempre puedes buscar en la mitología griega. Es muy rica en ideas; sólo tienes que coger una idea y adaptarla al presente; hacer que funcione con personajes actuales.
          Pero a Rocío esta solución no le acababa de gustar, no la sabía encajar en sus esquemas y aún estaba ensimismada en sus pensamientos cuando llegó el tren.
Había mucha gente en el andén pero pudo sentarse al lado de una pareja.  En los asientos de la derecha se instalaron tres chicas, una de ellas llevaba un pañuelo que le cubría el pelo, las otras dos, causando un fuerte contraste, iban decoradas al más puro estilo punk: diferentes aros y bolitas colgaban de sus mejillas, labios y nariz, el pelo engominado señalaba en direcciones contrapuestas, las manos cargadas de anillos plateados, los labios morados y los ojos fuertemente contorneados, a conjunto.
Una de ellas llevaba un anorak blanco y,  hablaba tan fuerte que a Rocío le costaba seguir el hilo de sus pensamientos. Se fijó en la pareja de su lado: estaban muy serios pero se hablaban con complicidad. Después de un corto diálogo él empezó a leer un libro de cómics que llevaba en la mano y ella sacó una labor de la bolsa y se puso a tejer una bufanda. Tanto ella como Rocío se encontraron escuchando atentamente la conversación de su vecina,  que cada vez gritaba más, e intercambiaron  discretamente miradas de complicidad.
–¡Se va a enterar el mamón ese! ¿Qué se ha creído? Encima me ha hecho así    –dice con expresión furiosa mientras hace un significativo gesto con la mano– ¡jodido mamón! Pero,  ¿sabes por qué sigo con él, tía? ¡Porque lo quiero tía!
Su amiga le da la razón, asintiendo en silencio, mientras ella continúa gritando y gesticulando.
–Dice que su padre no puede trabajar, que ya es muy mayor. ¿Y sabes cuántos años tiene? Pues 52, tía, y mi padre que tiene 56 no para de trabajar. Cada día se levanta el pobre a las cinco de la mañana y mi madre también trabaja. ¿Y sabes qué dice cuando le pregunto que por qué no trabaja su madre? Pues que tiene una rodilla mal ¡no te jode, que se la arregle! Es que esto no puede ser, yo lo dejo tía, te lo juro. ¿Tú crees que le tiene que mandar a su padre todo su sueldo? ¿Y nosotros qué, nos morimos de hambre? Dice que él es el hombre y que lo tiene que hacer y ya está. Y yo a mantenerlo. Pero yo le he dicho que el mes que viene nuestros dos sueldos se los damos a mis padres, que para eso nos están dando de comer cada día, porque si no fuera por ellos ya verías que haríamos nosotros, si con mi sueldo no llegamos a final de mes. Pues el jodido me ha dicho que no, que su sueldo es para sus padres.
–Y luego, encima, está lo de su religión –una fugaz mirada hacia su compañera de asiento le hace dudar–, que son cosas muy raras tía… Que yo lo tengo claro, si él no me llama, se acabó.
–Ése solo quiere los papeles –dice su amiga levantándose y dirigiéndose hacia la puerta– Vamos, que hoy te quedas en mi casa.


lo primero unas acuarelas

puerto de palamós






figura I